Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1871-1872 (Cortes de 1871 a 1872)
Sesión: 19 de junio de 1871
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Respuesta al Sr. Sardoal
Número y páginas del Diario de Sesiones 67, 1.801 a 1.804
Tema: Pregunta del Sr. Sardoal sobre los excesos lamentables en la noche del 18 de junio en Madrid

El Sr. Ministro de la GOBERNACIÓN (Sagasta): Sres. Diputados, ¡cuánto persuade el deseo! El Sr. Cánovas del Castillo ha venido con el deseo de que el Gobierno no dé explicaciones terminantes sobre los sucesos que anoche tuvieron lugar en Madrid; el Sr. Canovas del Castillo ha venido con el deseo de que el Gobierno no cuente explicita y terminantemente los sucesos de ayer, y su deseo le ha conducido a la situación de que venga a explicar el Gobierno explícita y terminantemente los sucesos de ayer. Yo, en nombre del Gobierno, y antes de averiguar cosa alguna, y antes de saber origen de ninguna especie para esos sucesos, los he condenado de una manera explícita, y terminante, con toda la energía de que soy capaz y con toda indignación, como los ha condenado S. S., y yo no sé si las autoridades y la administración han cumplido con su deber porque no he tenido tiempo de averiguarlo, y si han cumplido como debían y podían cumplir, porque no vemos, ni el Sr. Cánovas del Castillo ve tampoco, más que lo que pasa y lo que en el Congreso puede pasar; pero yo condeno el hecho tan enérgicamente como el Sr. Cánovas del Castillo, y dije que ese hecho era necesario que tuviese el condigno castigo para que no volviera a repetirse; yo he dicho que por de pronto hay muchos agentes suspensos, y a los cuales se les está formando expediente, y veintitantas parejas suspensas, para imponerles no sólo el castigo, sino para llevarlos a los tribunales, y se han puesto presos hasta cuarenta y tantos y algunos están bajo la dirección de los tribunales para que lleven el castigo que se merecen.

El Gobierno ha visto que algunos agentes cumplieron con su deber hasta con riesgo de la vida, pero también ha visto que ha habido algunos agentes que no han cumplido con su deber, hasta donde su deber les lleva, hasta morir en el cumplimiento de su deber, y esos agentes están procesados y llevarán su correctivo. El Gobierno, pues, ha condenado y condena con la misma energía y con la misma indignación que el Sr. Cánovas los sucesos de anoche, y está dispuesto en cuanto de él dependa a que tengan un castigo severo para que no se vuelvan a repetir: ¿qué más quería haber hecho el Sr. Cánovas del Castillo que el Gobierno? Entregar a los tribunales a los que ha cogido delincuentes, y castigar a los agentes que no hubieran cumplido con su deber: ¿creía el Sr. Cánovas que había llegado el momento de sacar las fuerzas de los cuarteles y emprender a tiros por esas calles de Dios? No lo hubiera hecho S. S. porque sabía que bajo la legalidad existente no se podía hacer esto; conste, pues, que en ese punto, el Gobierno ha hecho ni más ni menos que lo que dice la proposición del Sr. Cánovas del Castillo; pero después el Gobierno [1.801] ofreciendo, ya que lo dice S. S., hacer por su parte todo lo que podía y las leyes le permitían, para castigar semejante escándalo, el Gobierno ha entrado en el examen de las causas que podían producirlos indirectamente; y en eso ¿qué mal encuentra el Sr. Canovas del Castillo, que mal encuentran los Sres. Diputados en que el Gobierno, para evitar que hechos desagradables, punibles y repugnantes se reproduzcan, haya examinado las causas que directa o indirectamente puedan influir en todo o en parte, en esos hechos? Eso lo haría el Sr. Cánovas del Castillo y eso no sólo lo debe hacer el Gobierno, sino todo aquel que no mire las cosas superficialmente; S. S. no es de los que miran las cosas superficialmente; esto es lo que ha hecho el Gobierno, y no disculpar los hechos; examinar los antecedentes y los procedimientos que ha habido y se han empleado antes de las ocurrencias.

Pero S. S., de una manera que no se explica, y no me la explico sin duda por mi mala explicación, porque no se concibe en la clara inteligencia de S. S.; pero S. S., siguiendo el sistema que ha seguido, y llevado por un deseo especial, ha supuesto que yo había disculpado y atenuado los sucesos de anoche y que me intereso por los que lo cometieron, y eso no es exacto; lo que hice fue en el acto anatematizarlos; para mí, sean amigos, adversarios o enemigos, los que los cometan, debo considerarlos a todos como acérrimos enemigos: por lo demás, como ha dicho el señor gobernador, no hemos tenido bastante tiempo ni datos para informarnos y saber quienes sean los autores.

Yo no puedo decir que eran mis amigos; pero luego, al apelar a las causas que directa o indirectamente podían producir esta excitación de que hablaba el Sr. Cánovas, decía yo: estas causas pueden producirlas la exacerbación, lo mismo de los enemigos que de los que son amigos; en los unos la intolerancia, y en los otros la impaciencia. Y en este sentido, hablando en tesis general, he dicho que no fueron mis amigos los que anoche llegaron a ser la vergüenza de Madrid.

Pues yo ahora diré al Sr. Cánovas, en primer lugar, que no colgó, no iluminó la mayoría de Madrid, porque tuvieron la culpa los carlistas; y en segundo lugar, que yo no dije que la manifestación de ayer fuera una manifestación religiosa; que lo que yo dije es que después de haber invitado a las familial a una manifestación religiosa, que después de comprometer a muchas familias a colgar los balcones y a que se adhirieran a esta manifestación, se quiso hasta cierto punto convertirla en manifestación política, para hacer creer que los que se adherían única y exclusivamente a la manifestación religiosa parecían adherirse a una manifestación política en favor de ciertas tendencias y de ciertos partidos. Y estuve hasta pesado explicando esto, sino que S. S. parece que ha tenido los oídos cerrados; y estuve hasta pesado; estuve diciendo los compromisos de muchas familias, que creyeron, porque ésta era la creencia entre muchos amigos míos, de mil ideas, entre muchos de la mayoría, lo mismo que de personas que nada tienen que ver con los partidos, que habían colgado sus balcones; y después han venido a ver que lo que se había hecho con esa manifestación religiosa era una superchería, puesto que se había comprometido a las familias a adherirse a ella, y luego por medio de rodeos querían convertir la manifestación religiosa en política. Y yo decía: hasta tal punto sucedió esto, que muchas familias que habían colgado e iluminado creyendo que la manifestación era religiosa, después cerraron sus balcones porque vieron que era política, pero otros no cerraron porque creyeron que debían hacerlo.

No es una manifestación política la que ayer tuvo lugar: lo que tuvo lugar en realidad fue una mistificación; fue para unos una manifestación política; pero para otros fue una manifestación religiosa, sino que los que tomaron a su cargo la iniciativa de esta manifestación religiosa, se dieron tal maña, que quisieron después de tener a las gentes comprometidas, darle un carácter de manifestación política. Y esto es que altamente inconveniente, lo censuraba yo con toda sinceridad, porque si no se hubiese dado a esta manifestación un carácter político, no se hubieran dejado de adherir a la manifestación religiosa muchos que se hubieran adherido a ella con alma y vida. Resultando, señores, que si se considera como una manifestación exclusivamente religiosa; si se va a ver entre los que se adhieren o no adhieren, los católicos estarán en gran minoría. Porque el Sr. Cánovas hacía el siguiente argumento: ¿quiere el Sr. Sagasta que la manifestación sea una manifestación en favor de D. Carlos? Pues entonces declaro que la mayoría de Madrid es carlista. Pues yo le vuelvo el argumento al Sr. Cánovas: ¿quiere el Sr. Cánovas que sea una manifestación religiosa? Pues entonces declaro que el Pontífice está en una minoría muy grande en Madrid. Es perfectamente igual el argumento. Lo que tiene que son dos manifestaciones contrarias, que se han hecho daño una a la otra, y por esa razón no ha parecido la manifestación religiosa en su verdadera magnitud, ni la manifestación política en su verdadera importancia.

Dice el Sr. Cánovas que todos los partidos han debido adherirse a esa manifestación. ¿Y quién tiene la culpa de que todos los partidos no se hayan adherido a esa manifestación? ¿La tiene el Gobierno, a quien se sorprende con una proposición del Sr. Nocedal, y con un discurso como el que pronunció el Sr. Nocedal? ¿Qué dijo el Gobierno? ¿Se trata del Papa? ¿Se trata del Padre común de los fieles? Pues entonces nos adherimos con alma y vida. ¿Pero se trata de hacer del Papa un instrumento de partido? Pues entonces rechazamos eso, porque no es de nuestras ideas, porque no es por el bien del país. ¿Quién, pues, ha tenido la culpa de que todos los católicos de todos los partido; no se adhieran a esa manifestación en el momento en que se hacía?

En el momento en que a esa manifestación religiosa se la quería convertir en provecho de una manifestación política, y política de la especie que el Sr. Canovas sabe, ni el Gobierno, ni ninguno que piense como el Gobierno puede adherirse a semejantes manifestaciones. Y se trataba de colgar en honor del Papa? Todos los Católicos lo hubieran hecho; pero se ha querido colgar en honor del Papa, iluminar en honor del Papa, teniendo al Papa iqué vergüenza! de pantalla de D. Carlos: al Papa tan grande, de D. Carlos tan pequeño.

Esta es la verdadera significación; y si el Sr. Canovas no lo ha querido comprender, a pesar de su inteligencia y grande entendimiento, es porque no ha querido [1.802] comprenderlo, y porque, como dije antes, ¡cuánto persuade un deseo!

Su señoría nos ha traído la historia de otros tiempos, las libertades de otros tiempos, los derechos de tiempos. Yo no quiero decir nada, porque no es ocasión de discutir aquí acerca de la libertad ni de los derechos que en otros tiempos existían. Bueno será que el señor Cánovas, que quiere conceder todos los derechos que no molestan a los demás, sepa que hemos tenido aquí privaciones por cosas bien pequeñas. Yo no sé lo que hubiera sucedido en cierta época si se hubiera tratado de hacer una demostración favorable a cierto sujeto; yo no sé lo que hubiera sucedido, porque entonces nadie se hubiera atrevido a hacerlo; pero se dirá que un himno de grande gloria para nuestra Patria, ha estado mucho tiempo desterrado de ella; no hablo de los tiempos de S. S., hablo de otros tiempos que S. S. me ha recordado.

Su señoría tiene la propiedad de no ver y oír como los demás, y cree una cosa extraordinaria una de las cosas que nada tuvo de particular; S. S. ha visto colores que no existen: todo lo que se hizo en el entierro de Muñoz Torrero, que era un hombre insigne, una gloria de este país, que lo mismo el partido que estaba mandado que los que le combatían estaban interesados en reconocer, una gloria de nuestra Patria, y a eso sí que podía haberse adherido perfectamente el Gobierno que entonces regía los destinos; y ¿qué se hizo? Llevarle desde la estación de un ferrocarril al cementerio; que fue mucha gente; que todos los partidos fueron a honrar a Muñoz Torrero; que honra y prez era para todos los españoles.

De otra porción de cosas se ha ocupado el Sr. Cánovas del Castillo, particularmente de lo que tiene relación con lo que debe hacer el Gobierno en las manifestaciones religiosas. Jamás se ha opuesto el Gobierno a la emisión de los sentimientos religiosos del país; nunca el Gobierno ha querido oponerse ni aun a la mistificación de los sentimientos religiosos del país; no ha querido oponerse ni aun a la especulación que de los sentimientos religiosos hacen ciertas fracciones o partidos; y precisamente porque no ha querido, es por lo que trató de evitar anoche lo que pasó, y por lo que lo condena con la misma energía, con la misma indignación que el señor Canovas del Castillo; por eso no nos hemos opuesto cuando se ha tratado de manifestaciones religiosas. Los que han dado carácter político a la manifestación no hemos sido nosotros; ha sido a pesar nuestro, contra nuestra voluntad, contra nuestros deseos, contra nuestros consejos. Los que le han dado ese carácter político ya los conoce S. S.

 Pues ¿no es S. S. bien católico? Pues ¿no es una persona bien importante en la Cámara? Pues ¿contaron con S. S. para una proposición? Si era exclusivamente religiosa, ¿por qué no contaron con S. S.?

Yo se lo diré. Porque no quieren eso, porque no quieren que nadie haga nada en favor del Papa, porque quieren hacerlo ellos solos, porque ellos solos quieren ser católicos; y cuando S. S. ve eso, que lo ve el más ciego, S. S. Viena aquí a hacer cargos al Gobierno por si ha colgado o ha dejado de colgar en una manifestación religiosa. No ha colgado porque no ha querido cuando a esta manifestación religiosa se la ha convertido en política en favor de D. Carlos.

Y ahora voy a decir a S. S. otra cosa. Hay muchas autoridades que han consultado al Gobierno lo que debían hacer en esas manifestaciones religiosas, y se les ha contestado terminantemente:" La manifestación ¿no tiene más que un objeto religioso? Adhiérase S. S. a ella con alma y vida; pero si no, proteja V. S. la manifestación, pero no se adhiera a ella." Y eso es lo que han hecho muchas autoridades: allí donde, al parecer, no se le ha dado carácter alguno político, allí ha estado la autoridad, allí ha puesto todos sus medios, allí ha acompañado con todos sus atributos. Pero ha habido poblaciones donde después de querer ni la autoridad a la manifestación, porque creía que no se lo iba a dar carácter político ninguno, se ha encontrado con que ha tenido que volverse, porque la insultaron con insignias y con señales que probaban bien cual era el objeto de la manifestación: insignias y señales que estuvieron de manifiesto en el mismo templo del Señor. Y por si lo ignora S. S., sepa que esto ha ocurrido a la autoridad de Barcelona, al gobernador civil de Barcelona.

Vea, pues, el Sr. Canovas, y tiene que verlo, como no se proponga ser ciego voluntariamente, cómo no ha sido el Gobierno el que se ha creído eludido, el que se ha creído separado, cuando se trataba de hacer manifestaciones religiosas : y si se les ha dado carácter político, ha sido contra su voluntad, contra su deseo, hasta contra sus consejos; que mal podía el Gobierno rehuir su participación en una celebridad religiosa, cuando acaba de dar ejemplo de la atención, del respeto con que mira esas manifestaciones en una gran festividad hace poco verificada.

Pero S. S. ha visto mal también los consejos de prudencia que yo me he permitido dar como Diputado, más que como Ministro, a todos los partidos; y S. S. de aquí deducía que yo no interpretaba bien los derechos individuales, como si yo no tuviera el derecho de dar consejos de prudencia como particular, más que como político, a quien lo estime conveniente, por más que no los tomen en consideración. Pues qué, como particular, como Diputado y como Gobierno, ¿no tengo el derecho de dar consejos de prudencia a unos y a otros?

El límite de los derechos de cada uno está en el ejercicio de los derechos de los demás, pero no está en la prudencia con que cada uno los los ejerce; lo que tiene es que a todos, para no extralimitarse en su mutuo derecho, les conviene ser prudentes; y en este sentido decía yo que cuanto más amante sea uno de la libertad, más prudente debe ser en el ejercicio de los derechos, para que puedan ejercitarse desahogada y libremente, y no desacreditar los elementos en que están fundadas las libertades. En esto, ¿qué mal encuentra S. S.?

Pero S. S. ha acabado por hacer una alusión a algunos individuos de la mayoría, que S. S. nos ha dicho que continuaban ocupando estos bancos, pero con ciertas condiciones; a condición de hacer política conservadora, y a condición de no contrariar sus antecedentes; y S. S. les exigía el compromiso de estos antecedentes.

Es verdad que algunos que han sido amigos de S. S. están hoy en estos bancos y al lado del Gobierno; pero S. S. no sabe bien la condición que han puesto, las condiciones con que están; conozca que no están como en el limbo sin saber lo que piensan ni lo que quieren: la condición con que están, es con la de consolidar la revolución que todos hemos contribuido a hacer; la condición con que están, es con la de salvar la Constitución que todos hemos votado; la condición con que están, es con la de afianzar estas instituciones, armonizando la libertad con el orden; la condición con que están, es con la de no aparecer que no tienen más norte que?..(Varios Sres Diputados:. ¿Qué, qué?) No hay [1.803] inconveniente en decirlo, porque no ofendo a nadie ni a ningun partido: la condición con que están, es con la de no aparecer que no tienen más norte que el pesimismo, ni más fin que el diluvio, en la idea de que aunque el país naufrague, ellos han de ser los únicos que se han de salvar en el arca de Noé. Eso no conduce a nada; con eso no se llega a ningún gobierno, ni se dirige a ningun país; porque con esa conducta no se va a ninguna parte, y los talentos más grandes y las inteligencias más privilegiadas quedan completamente inútiles. Esta es la representación que aquí tenemos; este es el lazo que une al Gobierno con la mayoría, porque en eso estamos perfectamente unidos, porque aspiramos a la salvación de la libertad y del orden, basados en la Constitución que se ha dado la Nación española.

Para concluir, Sres. Diputados, el Sr. Cánovas ha presentado una proposición que no dice ni más ni menos que lo que yo he dicho en nombre del Gobierno. ¿Se trata de reprobar con indignación los excesos de anoche? Pues reprobadas. ¿Se trata de castigarlos con la severidad que merecen? Pues el Gobierno hará lo que sea necesario para que así sea. ¿Se trata de evitar la repetición de esos sucesos? Pues el Gobierno no cumpliría con su deber si no hiciera todo lo que esté de su parte, y si fuera posible más de lo que fuera de su parte para evitarlos. En ese punto estamos perfectamente de acuerdo: si no hubiera sido por el discurso del señor Cánovas, no habría inconveniente en votar la proposición, porque ese es el espíritu del discurso que yo he pronunciado. Pero yo apelo al juicio de los Sres. Diputados y les pregunto: después del discurso del Sr. Canovas criticando la conducta del Gobierno, ¿se va a votar la proposición? No: la proposición está contenida en el espíritu de mi discurso. Lo que se va a votar es el discurso del Sr. Cánovas del Castillo o el discurso del Ministro de la Gobernación: esta es la cuestión. No tengo más que decir.



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